Una de las
asignaturas pendientes de la reciente ley del aborto en España es el de la
educación sexual. Con toda la polémica que en su día desató la ley que permitía
abortar gratuita y libremente a cualquier mujer a partir de los 16 años, parece
que no es hasta este año que los datos han aumentado. Pero la cuestión es que
uno de las preocupaciones de las feministas en relación con el aborto en España
es el elevado número de abortos que hay en este país, frente a otros de la
Unión Europea. Por lo tanto, la ley no sólo se centra en que las mujeres
decidan libremente y con apoyo institucional qué hacer con la maternidad, sino
ver cómo se puede ayudar a las mujeres a que no tengan que llegar a la tesitura
de decidir si abortan o no. Pues, para muchas mujeres sigue siendo una compleja
cuestión ética. Eso sí, personal. Otro tema sería por qué para algunas mujeres
es un dilema ético mayor que para otras y, sobre todo, cómo se ha construido
social y culturalmente a la mujer-madre y a la mujer que aborta que puede
llenar de tantos remordimientos a una mujer que da ese paso.
Pero la educación
sexual, sigue siendo la asignatura pendiente de la ley educativa en España y,
en la reforma educativa en la que se está trabajando, no parece tener ningún
papel. No tanto porque el partido conservador sea en su totalidad un partido
ultraconservador o puritano, que no lo creo. Pero en materia educativa, la
iglesia en España sigue teniendo demasiado poder y en los foros de discusión
educativa el ala ultraconservadora parece tener demasiada voz.
Volviendo a la
educación sexual, qué ha sido de ella. Qué ha sido de una materia tan
importante y que debe ir más allá de cuestiones técnicas (enseñar a poner un
condón, enfermedades sexuales…) y debería adentrarse en cuestiones afectivas,
relaciones de poder y género... Me parece importante que en una educación
pública y democrática siempre haya espacio a que las familias decidan qué
quieren para sus hij@s y, por lo tanto, que los papás y mamás que no quieran
que sus hij@s participen en estas clases por motivos religiosos o de cualquier
tipo que no lo hagan. Pero eso no significa que no deban impartirse, por un
lado, y por otro, que no tenga que tomarse en consideración la agencia del
niño, de la niña o del adolescente. Pero, de nuevo, volvemos a adentrarnos en
cuestiones complejas: ¿puede un adolescente o un/a niñ@ decidir en “total”
libertad? ¿pueden las mujeres decidir en “total” libertad? Ante esta pregunta
no puedo evitar el retrotraerme a mi adolescencia. Mis dos últimos años de
secundaria fueron en un instituto público de Madrid. Ahí teníamos clases de
educación sexual (principio de los 90). Eso sí yo jamás participé. Yo podía
hacerlo, pero mi educación religiosa y mi religiosidad de ese momento me
impedía ver eso como una opción. Supuestamente, yo decidí no ir. Pero en
realidad, no decidí nada pues la opción de ir no la recuerdo como real. Aun
así, según me contó una amiga, les enseñaron a poner un condón y les hablaron
de enfermedades sexuales (posiblemente, les hablaron mucho del SIDA, pues era
la época). ¿Pero qué ocurre con la educación afectiva dentro de la pareja, por
ejemplo? ¿qué ocurre con las cuestiones de género dentro de la relación? ¿qué
ocurre con la diversidad cultural en la relaciones de pareja? ¿y en la
educación sexual y sensual en un sociedad diversa? Hablar abiertamente de sexo,
¿no es algo muy cultural? pero “lo cultural” ¿no ha perjudicado históricamente a
las mujeres? pero “lo cultural” es, al mismo tiempo, para muchas mujeres un
espacio de fortaleza y empoderamiento en sociedades diversas (por ejemplo,
aquella mujeres que deciden llevar el hiyab). ¿Nos adentramos entonces en
cuestiones éticas? Creo que sí. Considero que la educación sexual, afectiva y
de pareja es una cuestión de justicia de género. Una no-educación sexual,
afectiva y de pareja deja vulnerable a la mujer. Eso sí, no creo que haya una
única forma de educar sexualmente y de decidir qué se enseña, cómo y por qué. Tal currículo tiene que
ser fruto de una negociación en la que múltiples voces son escuchadas y deciden
de forma paritaria.
Dejo múltiples
cabos sueltos para que el diálogo continúe.